viernes, 15 de abril de 2016

                                                                 EL DÍA SEÑALADO

El médico le dijo que se quedara tranquila y que esperara afuera. Su madre presentaba un cuadro delicado. Ella, tan obediente, se retiró con tranquilidad y se sentó en esas sillas en hileras, frente a las pantallas de canales de noticias.
El notero intentaba hacer hablar a la madre de un joven asesinado. La inseguridad. Cuan ajena le era esa palabra, esa sensación! Si algo había tenido siempre era certezas.
Esa mañana sabía que su madre moriría. Aunque era una práctica muy frecuente para ella llevar a su madre al médico,( turnos con especialistas, viajes a otras ciudades, médicos de renombre, urgencias) sabía que ese era el día. Su madre elegiría para morir la víspera de su cumpleaños. Ana cumplía 45 años. Además, en las pantallas acababa de ver que se anunciaban lluvias. Era perfecto: en un día gris en el que cumplía años enterraría a su madre[m1] .
Al velatorio concurrirían sus compañeros de trabajo.
Recibiría los desconsolados saludos de las hermanas de su madre.
Vendrían algunos de sus primos y unos pocos familiares por parte de su padre.
Estarían las amigas de la iglesia. Rezarían un Rosario. Ella permitiría la presencia de esa música, como telón de fondo.
 Ella saludaría a todos. No perdería la calma.
Realizaría cada uno de los ritos tal como el protocolo cultural lo señalara, como si fuera el destino…
 No la iba a cremar. Era necesario cumplir con la voluntad de la muerta, si deseaba realmente dar comienzo a su vida. Era indispensable que ese alma pudiera descansar.
Viajaría en el auto fúnebre hasta el cementerio con sus tías.
Pocos hombres para trasladar el cajón.
En el momento del entierro seguramente lloraría. 
Pondría flores.
Se retiraría del lugar del brazo de las amigas de su madre, escuchando el murmullo de sus lamentos. Caminaría lento y con paso seguro.
El médico de la guardia se demoraba más de lo habitual.
Luego del entierro llegará a casa y abrirá las ventanas de par en par. Sacará los pequeños adornos de cerámica, las flores artificiales.
Pondrá cerveza y vinos en la heladera.
 Esperará con ansias los fines de semana y las vacaciones.
 Caminará por las calles del centro sin destino hasta cansarse y  entrará en las boutiques a probarse ropa.
Volverá tarde. Leerá y mirará películas por las noches.
Llegará un hombre. Se despertará viéndolo dormir en su cama. Se dirán las estupideces que se dicen los enamorados.
 Planearán un viaje, una casa.
La sala se ha llenado de gente. Hay un pobre hombre con rostro dolor, un anciano que tiembla, pálido, acompañado de una mujer joven,  una mujer con varios papeles en las manos…
En las pantallas de televisión se habla de cómo poner límites en la crianza de los niños.
Se abre la puerta de la sala de guardia. Ana se pone de pie y se acerca con una sutil sonrisa. El médico coloca la mano en su hombro y le dice “Tu madre tiene un corazón débil, pero una voluntad de hierro. Tenés que acompañarla mucho esta noche. Por hoy la vamos a dejar internada”. Ana lo mira. Con la sonrisa dibujada y los ojos llenos de lágrimas asiente con la cabeza y le agradece…






 [m1]
Tamara Sparti.

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