viernes, 15 de abril de 2016

                                                                Jony y Caperucita


Mientras ella le daba un mate en la cama, él le preguntó: “¿Dónde me dijiste que viste el libro Negri? Si me alcanza la guita voy hoy…”  Ella, a quien enternecía ese hobby tan singular que él tenía respondió: “es al lado del lavadero. Si me llevás, lo comprás ahora. Ya tengo la guita”.
Él dio un salto de la cama, se puso de pie,  levantó los 2 brazos con los puños cerrados. Le dio un beso. A ambos les daba mucha alegría cada vez que compraban un libro para la colección. El experimentaba una sensación de ansiedad muy intensa que lo llevaba a hacer todo para encontrarse con su objeto lo antes posible. Y después, cuando lo tenía entre sus manos sentía esa satisfacción que dura mientras  se lee, para luego dar lugar al surgimiento de la necesidad de encontrar otro. Así le pasó desde que compró el segundo. El primero se lo había regalado Zulema. Era lógico, con ella había comenzado todo…
 A la Negri  le contó sobre esto en la misma noche que le habló de amor. La invitó a su modesta casa. Ella encontró los libros y le preguntó.
Allí por primera vez él puso en palabras algo que había armado interiormente, pero que jamás había hilvanado. Se le fue esclareciendo mientras se lo iba contando, mirándola a los ojos,  atrapado amorosamente por la mirada de ella, que era lo que le daba más dulzura a su relato:
“Tuve una infancia dura. Un pibe aguanta hasta que aguanta. Y empezas: primero contenés las lagrímas, después  apretás los dientes, después te empezás a esconder en algún lugar de la casa (que igual no son muchos) a donde te parece que no llegan los gritos, pero llegan a todos lados.
Un día, yo tendría 7 años, cuando la cosa no daba para más, me fui corriendo. Entré en  lo de Zulema, la vieja que tenía el comedor en la otra cuadra. La vieja parecía que siempre tenía cara de enojada, pero nos preparaba los guisos, y el mate cocido y le ponía garra… Y la puerta estaba siempre abierta.
Entré. No me preguntó nada. Me miró a los ojos y se habrá dado cuenta de que yo hacía fuerza para no llorar. Me dio un vaso de agua y se quedó ahí sentada al lado mío. Yo miraba el piso. Para mi que ella estaba nerviosa, pero disimulaba. Entonces fue a buscar un libro. Y trae Caperucita Roja. Yo, que no sabía si estaba más triste o más enojado por lo que me pasaba, la miré con odio y le dije que tenía 7 años, que ese libro era para chiquitos y que además me lo sabía de memoria. Ella me dijo: A que este no lo sabés! y empezó a inventar como otro cuento de Caperucita. Y yo, que lo único que quería era olvidarme de lo que pasaba en mi casa la escuché y hasta me reí. Un poco porque era gracioso y otro poco porque la vieja le ponía tanta onda, que me daba lástima.
A partir de ahí, cada vez que yo no me aguantaba en mi casa corría como un loco a lo de Zulema. Yo mismo le traía el libro y ella contaba alguna payasada. Eso pasó muchas, muchas veces y yo se lo agradezco tanto, porque si yo no la hubiera tenido a ella… no se.
Cuando tenía 16, Zulema ya había cerrado el comedor y yo ya me las arreglaba mejor cuando pasaban esas cosas. Ya me había agarrado un par de veces a trompadas con mi viejo. Un día le pedí el libro. Para mi era como que era mío. Le dije que si me lo podía dar y a la vieja que era dura, re dura se le llenaron los ojos de lágrimas y me lo dio. Y también  me dio uno que era de Caperucita, pero no era el cuento que todos conocemos. Y  me dijo que había visto que había muchas versiones de Caperucita que había varias en la librería del Pelado y que cuando las vio se acordó de mi. Y ahí fui y me compré otro.
Por eso ahora tengo 8  de Caperucita, pero son todos distintos”.
La Negri acarició cada uno de los libros como si fueran de terciopelo. Después acarició las manos de Jony y se las besó. Y aquella noche, ella se quedó y casi,  no volvieron a hablar.  


Luego de más de  3 años,  esa mañana, Jony llevó a la Negri al lavadero y entró a la librería de al lado. Cuando le preguntaron “te puedo ayudar en algo?” respondió sonriendo “me dijo mi novia que tenés “Caperucita Roja contado por el Lobo ”.

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