Despertar
Salió a caminar, como lo hacía dos o tres veces a la semana. No se sentía del todo
bien, pero necesitaba hacer esa salida. Quería pensar y debía hacerlo en
soledad…
En lo últimos veinte años Poco a poco se convirtió en un hombre bueno,
liviano y aparentemente feliz…se había desprendido de su propia esencia, como
quien cambia de traje, de ropa, de disfraz.
Dejó la facultad de medicina, donde se había conocido a su
mujer. Ya no usa pantalones de colores y remeras sueltas.
Se afeita a diario, junta su ropa al terminar de bañarse.
Habla con sus hijos y concurre a las entrevistas con sus maestras. Tiene un
trabajo digno, que le permite ocuparse de las tareas del hogar, para que su
mujer pueda ejercer su profesión sin obstáculos.
Ocupa un lugar en la
mesa familiar de los domingos y muy de vez en cuando piensa que podría hacer
alguna otra cosa.
En algún momento vendió la batería y la guitarra.
No es que esto le pese, no. Tampoco se trata de que esté
mal… es que él ya no se reconoce. Y ya no están a su lado quienes podrían
hacerlo.
¿Cómo ha llegado a esto?
¿El amor?
Seguramente ambos recuerdan la misma versión: esa muchacha
pelirroja, con su cabellera revuelta, fresca y audaz lo conmovió. En aquel
entonces él era un chico excesivamente delgado, tímido, solitario. Era poco
expresivo y llevaba su cabello largo, atado y una barba desprolija en la que
parecía esconderse.
Pocas cosas realmente le interesaban: el jazz y sus lecturas
de filosofía. Su mirada profundamente triste daba cuenta de una existencia signada por el
dolor. El encuentro con ella fue, sin duda una reconciliación con la vida.
El sentía por esto sincera gratitud. No sabía exactamente
cuando el precio comenzó a ser demasiado
elevado. Pero es este el instante en el que lo puede ver.
Recuerda con nostalgia aquellos tiempos… él se había dejado
llevar por esa mano, la de ella, tan bella, tan blanca, tan suave, con el dolor
y la esperanza de un niño que ha perdido a su madre en una multitud.
Tiempos en los que sintió que su vida se encendía, que las
aguas se movían, se agitaban-
Y ahora… este
matrimonio pleno de acuerdos y de progresos, esta mujer bella, sociable y
amable con todo el mundo, estos hijos tan satisfechos. Este empleo cómodo y
bien pago. Esta comida sana, esta casa decorada, estos horarios establecidos.
Estas certezas, este orden… todo le es ajeno. Esta vida no le pertenece a aquel
joven triste y desgarbado, que jamás pensó su futuro. Y ahora ya no es ese
muchacho y tampoco es este hombre que aparenta ser. Lo invade un vacío, una
puntada en el estómago, el nudo en la garganta. Reconoce su cuerpo. Ahora es
sólo eso: la puntada, el nudo, el vacío. Detiene el paso. No puede continuar.
Tampoco puede regresar. Está prácticamente solo en la calle. Respira profundo.
Siente su respiración. Permanece así.
Se siente inexplicablemente optimista, como si estuviera
despertando de una pesadilla al alba con el día por delante.
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