viernes, 15 de abril de 2016

                                                                   Despertar
Salió a caminar, como lo hacía dos o tres  veces a la semana. No se sentía del todo bien, pero necesitaba hacer esa salida. Quería pensar y debía hacerlo en soledad…
En lo últimos veinte años  Poco a poco se convirtió en un hombre bueno, liviano y aparentemente feliz…se había desprendido de su propia esencia, como quien cambia de traje, de ropa, de disfraz.
Dejó la facultad de medicina, donde se había conocido a su mujer. Ya no usa pantalones de colores y  remeras sueltas.
Se afeita a diario, junta su ropa al terminar de bañarse. Habla con sus hijos y concurre a las entrevistas con sus maestras. Tiene un trabajo digno, que le permite ocuparse de las tareas del hogar, para que su mujer pueda ejercer su profesión sin obstáculos.
Ocupa un  lugar en la mesa familiar de los domingos y muy de vez en cuando piensa que podría hacer alguna otra cosa.
En algún momento vendió la batería y la guitarra.
No es que esto le pese, no. Tampoco se trata de que esté mal… es que él ya no se reconoce. Y ya no están a su lado quienes podrían hacerlo.
¿Cómo ha llegado a esto?  ¿El amor?
Seguramente ambos recuerdan la misma versión: esa muchacha pelirroja, con su cabellera revuelta, fresca y audaz lo conmovió. En aquel entonces él era un chico excesivamente delgado, tímido, solitario. Era poco expresivo y llevaba su cabello largo, atado y una barba desprolija en la que parecía esconderse.
Pocas cosas realmente le interesaban: el jazz y sus lecturas de filosofía. Su mirada profundamente triste  daba cuenta de una existencia signada por el dolor. El encuentro con ella fue, sin duda una reconciliación con la vida.
El sentía por esto sincera gratitud. No sabía exactamente cuando el precio comenzó a ser  demasiado elevado. Pero es este el instante en el que lo puede ver.  
Recuerda con nostalgia aquellos tiempos… él se había dejado llevar por esa mano, la de ella, tan bella, tan blanca, tan suave, con el dolor y la esperanza de un niño que ha perdido a su madre en una multitud.
Tiempos en los que sintió que su vida se encendía, que las aguas se movían, se agitaban-
 Y ahora… este matrimonio pleno de acuerdos y de progresos, esta mujer bella, sociable y amable con todo el mundo, estos hijos tan satisfechos. Este empleo cómodo y bien pago. Esta comida sana, esta casa decorada, estos horarios establecidos. Estas certezas, este orden… todo le es ajeno. Esta vida no le pertenece a aquel joven triste y desgarbado, que jamás pensó su futuro. Y ahora ya no es ese muchacho y tampoco es este hombre que aparenta ser. Lo invade un vacío, una puntada en el estómago, el nudo en la garganta. Reconoce su cuerpo. Ahora es sólo eso: la puntada, el nudo, el vacío. Detiene el paso. No puede continuar. Tampoco puede regresar. Está prácticamente solo en la calle. Respira profundo. Siente su respiración. Permanece así.
Se siente inexplicablemente optimista, como si estuviera despertando de una pesadilla al alba con el día por delante.






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