viernes, 15 de abril de 2016

                                                                           Crecer…
   Josefina se puso a pensar en lo que significaban en su vida Manuela y Lorenzo. Sus dos amigos del alma, sus dos verdaderos amigos, como le gustaba decirles en notas que escribía en horas de clase en los márgenes de las hojas de carpeta.
Josefina pensó que eran tan importantes para ella por muchas razones (y también por algunas sinrazones) Juntos comenzaron el jardín y ya están terminando la Primaria. No pudo evitar remontarse a aquellos tiempos que hoy le parecen lejanos, como a veces sienten los adultos.
Apenas tenían cuatro años y  a ellos les contó que iba a tener un hermanito;  con ellos lloró la muerte de su abuela cuando estaban en segundo grado. Ellos fueron los primeros en ir a su casa nueva cuando se mudó.
 Juntos andaban en bici y patinaban. Juntos pasaban tardes de chocolatada y juegos. Juntos pasaban noches de películas y proyectos. Días de carcajadas y complicidad.  Sus verdaderos Amigos habían compartido los momentos más importantes de su vida.
Sus padres y sus compañeros de escuela les decían “los super amigos”. Eran inseparables.
Josefina sólo había guardado un secreto. Uno solo: le gustaba Lorenzo. Había imaginado en soledad mil veces que cuando fueran más grandes podían ser novios.
Esa tarde Manuela quiso charlar con ella a solas. Josefina imaginó que ya no podía guardar el secreto. Sin dudas se había dado cuenta. Su amiga la conocía demasiado como para ocultárselo. Además sería lindo compartirlo con ella. No se lo había dicho absolutamente a nadie. Así que pensó en cuántas cosas podría decirle su amiga entrañable. Y también lo contenta que se pondría.
Pero grande fue la sorpresa y la desilusión cuando Manuela le contó “su” secreto: estaba enamorada de Lorenzo.
Josefina se quedó muda, perpleja. Le empezaron a caer lágrimas por las mejillas. Como si estuviera frente a un espejo Manuela estaba igual: muda y perpleja. Las lágrimas corriendo por sus mejillas.
No pudieron seguir hablando. Manuela se fue, seguramente comprendiendo todo lo que no fue posible ni necesario decir…
Y allí quedó Josefina con su tristeza y sus recuerdos. Con su dolor en el pecho. Con sus ganas suspendidas, con su globo desinflado. Con su sonrisa borrada. Con la presencia de un vacío que no sabía con que llenar. Con la sensación de un tiempo que se va y un momento del que no se puede volver…
Lloró hasta secarse. Cuando sintió que ya no podía llorar más pudo empezar a pensar.
Pensó que el amor tiene muchas, muchísimas formas. Que el amor hace que estemos juntos a pesar de muchas cosas…
Pensó en las personas a las que amaba y pensó en cómo esas personas  amaban a otros.
Pensó en cuánto amaba a Manuela y sintió profundamente que no dejaba de amarla.
Pensó en cuánto amaba a Lorenzo y sintió que ese amor no tenía una única forma posible.
Y su cuerpo se fue calmando. Y las luces de su corazón comenzaron a encenderse.
Como de pronto se dio cuenta de que había crecido y la verdad es que todo eso quería compartirlo con sus amigos entrañables, con sus “super amigos”…








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